LA SALUD DE UN PUEBLO COMIENZA CON UNA PERSONA

  Algunas visitas al médico son para enfermedades, pero muchas más son para síntomas comunes.  Los dueños de esos síntomas buscan un remedio rápido.  Una pastilla para la acidez estomacal, otra para el estreñimiento, una para quitar el apetito, otra para la depresión, una para aumentar la potencia sexual, otra para el dolor de ijá, una para el dolor de cabeza, otra para poder dormir. 

Vale preguntarnos, ¿por qué preferimos tomar un arsenal de pastillas en lugar de investigar lo que nos está afectando?

Mucha gente se queja de que el médico no les dedica suficiente tiempo.  Pero esa misma gente vive en el mismo ajoro.  Convencidos de que no tenemos tiempo ni para cocinar, agarramos cualquier cosa sólo para satisfacer el hambre.  Nos decimos que atender la nutrición toma mucho tiempo y cuesta mucho dinero.  No hallamos tiempo para jugar, o para ir al baño.  Todo el día corriendo de aquí para allá presionados.  ¡Vamos!  Pronto.  Hazte a un lado.  Tengo prisa.  ¿Para dónde vas?  Pues, p’allá.

Desempeñamos dos y tres tareas a la vez.  Obedeciendo esta rutina quedamos descontentos, insatisfechos.  De noche, la gente cae agotada frente a la tele, y en la tierra se siente un temblón.

Tómate esta pastilla y vuelve a gozar de tu pizza doble queso.  Tómate esta pastilla y disfruta de una erección sin cargo emocional.  Estos son atrechos que no mejoran la salud de cuerpo y alma sino que ocultan los riesgos. 

La injuria o la herida que sostenemos con esta actitud es honda.  Con esta actitud despreciamos la energía que nos alimenta.  En lugar de honrar el cuerpo con alimentos, lo engañamos con chatarra.  En lugar de alimentar el gozo de la intimidad nos satisfacemos con un orgasmo.  

Pero ¿a qué precio?  Mira a tu alrededor y siente la energía de estar vivo.  Mírate al espejo y protege ese milagro.